lunes, 25 de noviembre de 2013

#Culturiosidad13

¿Qué respondió Freddie Mercury a Brian May cuando éste le dijo que quizá no podría grabar The Show Must Go On por su estado de salud?

En 1989, sus médicos ya le dijeron a Freddie que quizá no podría terminar de grabar The Miracle, el álbum en el que estaba trabajando Queen por aquél entonces. Afortunadamente, se equivocaron y no sólo pudo acabar ése proyecto sino que, entre marzo de ese mismo año y noviembre de 1990 llegó a grabar Innuendo, el último álbum cuya grabación llegó a finalizar.
En las grabaciones de Innuendo la salud de Freddie ya estaba muy resentida por la enfermedad y, a pesar de ello, logró dejarnos algunas de las mejores canciones de la carrera del grupo, tanto en este álbum como en el posterior, Made In Heaven, que los restantes miembros tuvieron que terminar sin él. Brian May llegó a decir que "una parte de todo aquello fue incluso feliz. [...] Fue duro, pero había mucha alegría durante las grabaciones finales. Freddie no dejó que fuera deprimente."
Así sucedió que durante las sesiones de The Show Must Go On (una de las canciones más de poner los pelos como escarpias de Queen, por lo genial que es y por lo que significa) Freddie estaba tan débil que apenas podía mantenerse en pie y su guitarrista, preocupado, le dijo "Fred, no sé si vas a poder cantar esto". Mercury lo miró largamente y respondió "Joder si lo haré, querido" (I'll fucking do it, darling!), se echó al coleto un trago de vodka... y joder si lo hizo. Nos dejó una de las mejores canciones de la Historia de la música EVER (y quien diga lo contrario arderá en el infierno con Belcebú cantándole al oído canciones de Justin Bieber y Andy&Lucas por la eternidad).

«Dedicado al espíritu inmortal de Freddie Mercury»
Queen - Made In Heaven, 1995

¡Los héroes de la noche han sido @xerguio y @laratamarilla!

miércoles, 20 de noviembre de 2013

#07: Perder el tiempo: nivel experto

Malgastar el tiempo a nivel avanzado no está al alcance de cualquiera.


Es paradójico que nadie se haya dedicado a desperdiciar su tiempo para tratar de manera detenida y minuciosa la pérdida de tiempo como tema de análisis. Menos mal que estoy yo aquí y sólo tengo una lista de cosas pendientes tan larga como un minuto de microondas (sí, TAN larga). Pero no me refiero a monear un rato, a distraerse un poco, a mirar unos minutos al infinito. Yo hablo de Perder El Tiempo con mayúsculas, a nivel experto. Me refiero a ser un auténtico entendido en la materia.

Como gurú en el tema, os dejo con unos sencillos pasos que si seguís de forma escrupulosa os convertirán en unos Maestros en Pérdida de Tiempo. Si sois avispados y sabéis sacarle partido, quizá podáis convertirlo en vuestro modo de vida haciéndoos, quién sabe, diputados o funcionarios en un ayuntamiento (¡Un saludo a todos los diputados o funcionarios de ayuntamiento que me leen! —en horario de trabajo, imagino).
  • El primer requisito imprescindible es tener cosas que hacer. Muchas. Muchísimas. Qué cosas es indiferente. Estudiar, trabajar, bajar al perro, hacer la comida... No importa. Lo relevante es que sea algo que tengas la obligación laboral o moral de hacer y cuanto menor sea el plazo que tengas para hacerlo, mejor.
  • Una vez hecha tu lista, ahora la cosa consiste en ignorarla. Total y completamente. Pasar de hacer lo que tienes que hacer, aun sabiendo muy bien que tienes que hacerlo. Parece sencillo, ¿verdad? Pero no nos precipitemos...
  • Para perder el tiempo professional level hay que dejar de hacer todos los deberes pendientes por NADA. ¡Ajá! ¡He aquí el truco! Si has pasado de estudiarte ese examen tan tenebroso por hacer el cambio de armarios con la ropa de verano a invierno, ¡bueno, pues ya has hecho el cambio de armarios! Si has dejado de trabajar en el proyecto que te dijo tu jefe por hacer el powerpoint de fotos de amigos para la boda de Juan y Puri, ¡bien, tarde o temprano tendrías que ponerte a hacer esa mierda! Al menos ya te has quitado ese mochuelo de en medio. No consiste, como algunos inexpertos creen, en sustituir un deber por otro, aunque estén jerárquicamente en niveles diferentes, sino en cambiarlo por algo totalmente inútil. La clave consiste en que al final de la jornada, mires tu reloj, veas cómo han pasado las horas y pienses "¿En qué cojones he perdido yo el tiempo de esta manera?" Si llegas aquí, ¡lo has conseguido! Posiblemente suspendas, pierdas tu trabajo o te deje tu pareja pero ¡eh, eres realmente bueno en algo! ¡Ponlo en el currículum!
  • La manera de desperdiciar los minutos es totalmente libre y depende de la personalidad y creatividad de cada uno. Puedes escribir en un blog que nadie lee, dedicarte a buscar de dónde procede ese leve crujido que oyes en tu casa o... meterte en twitter. ¡Ah, lo que nos ha aportado twitter a los grandes perdedores de tiempo! ¡El Paraíso! No importa el medio: el fin es irte a la cama con ese sentimiento de culpabilidad de que te has pasado el día tocándote las partes nobles y de que tu vida se escapa ante ti sin que al morir el telediario abra con la noticia porque nunca hiciste nada relevante. Pero no te pongas triste, somos muchos, no estás solo.
Quizá os preguntaréis si el auténtico time-waster nace o se hace. Aunque, como dije al principio, hay profesiones que mejoran las cualidades para perder el tiempo, el genuino holgazán nace. Hay gente que, por mucho que se empeñe, siempre acaba haciendo algo práctico con su tiempo. Es admirable a la par que extraño. Pero tú no sufras: si estás aquí leyendo esta entrada y además has llegado hasta el final, tienes de sobra lo que hay que tener para convertirte en Maestro en Perder el Tiempo. Así que ya sabes, ¡sácale partido y propón tu candidatura para las próximas elecciones!

lunes, 18 de noviembre de 2013

#Culturiosidad12

¿Cuál es la peculiaridad del monte Testaccio de Roma?

No es una de las famosas siete colinas que formaban el núcleo de la Ciudad Eterna por aquellos tiempos en los que todavía era la Ciudad Recién Nacida, pero el monte Testaccio, cerca de la orilla del Tíber, no se queda atrás en lo de tener una historia singular.
Para empezar, no es un monte en sentido estricto, sino una colina artificial formada por más de 25 millones de ánforas rotas. Casi nada. Y además, el 80% de esa panzada de vasijas provenía de tierras andaluzas, de la Bética, que fue una de las provincias en las que los romanos dividieron la Península Ibérica una vez que ya se habían hecho los amos del lugar.
El porqué de tanta acumulación y derroche de vasija se debe a que la mayoría de esas ánforas contenían aceite de oliva, ese oro líquido que nos hizo populares desde antiguo, y era más barato tirarlas una vez usadas que quitarles el pringue para volverlas a utilizar. Pero como los romanos eran gente práctica y civilizada, no se conformaron con ir arrojándolas a un vertedero a lo loco como vosotros tiráis los calcetines al suelo de vuestra habitación, sino que crearon un sistema disciplinado y levantaron una estructura que, con el paso de los 270 años aproximados que estuvo operativo, dio lugar a lo que es hoy el Monte Testaccio, en el centro de Roma y en el que, a día de hoy, se lo están pasando pipa los arqueólogos gracias a las inscripciones de las ánforas, que aportan una valiosa información sobre el comercio de la época.

«Con el aceite de las ánforas que han creado este promontorio se cubrieron las necesidades de una población de medio millón de personas durante 250 años», (José Remesal Rodríguez, arqueólogo jefe de la excavación del Testaccio. Artículo de La Razón)

And the winner (a una increíble velocidad de nanosegundos) is @khiranamislati ! (¡Aplausos!)

lunes, 11 de noviembre de 2013

#Culturiosidad11

¿Cuál fue el origen del método braille?

Si buscáis información sobre el método braille (no finjáis, tenéis la wikipedia echando fuego), lo primero que os mencionarán será a Louis Braille, su creador. Supongo que si se hubiera apellidado Gómez, ahora se llamaría "método gómez" y perdería glamour. En cualquier caso, lo que hizo monsieur Braille, que se quedó ciego por un accidente en su infancia, fue adaptar, simplificar y mejorar un método inventado décadas antes, allá por comienzos del siglo XIX, por el capitán del ejército francés Charles Barbier de la Serre.
Barbier creó lo que se llamó escritura nocturna para atender a la petición de Napoleón de buscar un método de comunicación silenciosa y que pudiera usarse en la oscuridad, para evitar que la luz o el ruido pudiera delatar la posición de los militares franceses, utilizando un sistema de puntos en relieve que, más tarde, dio lugar gracias al joven Louis, al conocido sistema que hoy se utiliza para permitir la lectura a las personas ciegas.
Triste pero cierto es que los mayores avances de la historia se producen en periodos de guerra. Especie simpatiquísima que somos.

¡Los gladiadores de la sabiduría de esta semana son (por supuesto) @laratamarilla y @khiranamislati! (Aplausos)

jueves, 7 de noviembre de 2013

#06: Qué bien el transporte público

Un trayecto da para más documentales de fauna que un safari por Kenya.


Y tú ¿por qué utilizas en transporte público? ¿Yo? Por cuidar el medioambiente, que es de todos. Además, me gusta relacionarme con mis semejantes y disfrutar de un ratito para pensar tranquilamente en mis cosas.... Y una mierda. Perdón: y una GRAN mierda. La única y verdadera razón por la que utilizamos el transporte público es porque no nos queda otro remedio. Si no de qué. Lo coges porque no tienes el carnet, porque no tienes coche, porque no puedes aparcar en el centro, porque se te ha roto la moto... Y si no vamos a ver, ¿de verdad alguien cogería el metro en hora punta si tuviera la opción de ir en su coche, tranquilo, con su música, su calefacción o aire acondicionado y oliendo a Don Pino silvestre? ¿Por placer? Amos, hombre, no me jodas.

Cualquier otra excusa que pongas será una coartada barata que le contarás a tus amigos de la jet-set para disimular que eres de la plebe. ¿Tiempo para reflexionar sobre tus cosas? Claro, porque seguro que a las 8 de la mañana mientras viajas al trabajo está tu cerebro pensando en algo que no sea la cama que acabas de abandonar y a la que no volverás a ver (sniff) hasta la noche. O que a mediodía piensas algo, en general, cuando todo el mundo sabe que a ciertas horas es nuestro estómago el que rige nuestro destino.

Además, es un deporte de riesgo que empieza con esa trágica (y ridícula) escena que todos hemos protagonizado de ver pasar nuestro autobús/vagón cuando aún estamos a cien metros de la parada. En esos momentos tienes que tomar una difícil decisión en nanosegundos: dejarlo pasar o correr como Flash que lleva el diablo y en ese brevísimo tiempo tienes que valorar variables como tu forma física (que es penosa), el tiempo que tarda en venir el próximo (si hay próximo), lo mojado que pueda estar el suelo... Elijas lo que elijas, puedes hacerle adiós con la mano a tu dignidad porque se te quedará cara de gilipollas si te decides por la primera opción y echarás los hígados, colorado y jadeante, en el segundo. Y ya si corres y aun así se te escapa, ni te pinto el cuadro que se te queda por faz.

Y ahora que ya estás a bordo, coge sitio, TE RETO. Que yo he visto autobuses urbanos españoles que no le envidian nada a los trenes de la India. ¡Ni el exotismo! Porque la fauna que puedes encontrar en un transporte público es la mayor muestra de biodiversidad en un espacio reducido que puede encontrarse en el planeta. Sin detenerme demasiado en el binomio transporte público - (falta de) higiene, que podría abordarse con un sencillo "Si no lo haces por ti, hazlo por los demás, hijo de la gran meretriz", se puede decir que la gente que comparte vagón contigo es como tu familia: que tú no la eliges, pero te toca convivir con ella. Y se ve cada individuo por ahí que yo he llegado a plantearme si pertenecemos a la misma especie.
Además, hay una cosa que a mí me pasa y es que la gente me habla. Siempre. En cualquier trayecto, a cualquier hora. No digo que hablamos, no, QUE ME HABLAN. Independientemente de la cara de muerta o de pegadmeuntiroporcaridad que lleve, que a veces, os prometo, es mucha. Que me verán pinta de sociable o yo qué sé que narices, pero así he acabado en un autobús a primera hora, después de haber salido de fiesta, con una señora contándome que era su cumpleaños y cómo lo iba a celebrar con cada miembro de su familia. O asistiendo a una tertulia entre abuelos sobre cuándo fue la última vez que nevó en la ciudad. O escuchando cómo el tío del coche tunning no pasó la ITV yendo yo rumbo a un examen... Podría escribir un libro sólo de los personajes que me encuentro. (Quizá lo haga y entonces os tocará comprarlo). Mira que yo me resisto al principio. Miro por la ventanilla, respondo con "Hum" y "Am", empiezo a desenroscar los auriculares. Pero a la gente en realidad le da igual: han seleccionado a su víctima y me voy a comer su vida quiera o no. Y de verdad que hay días que no quiero. Piedad.

Luego hay un fenómeno que se produce en un viaje en transporte público y cuyo estudio habría hecho que Einstein se sintiera en Disneyland: el tiempo se expande, haciendo que un trayecto de 15 minutos en coche se convierta en uno de 40 minutos en autobús, con sus mil paradas, sus retrasos, su conductor amable que te habla en gruñidos (si te habla); y mientras, el espacio se contrae, mucho, poco a poco pero de forma continuada hasta que, inexplicablemente, te encuentras encajado entre una señora de amplio volumen, un cani con música en el móvil, un señor peligrosamente cercano a tu culo y la barra para agarrarse. Que por otro lado, agarrarte no te hace falta, porque en caso de brusco frenazo tu nuev familia temporal impedirá que muevas tu cuerpo una micra y, en caso extremo, el señor de detrás te cogerá del culo para que no te caigas Qué suerte.

Mi consejo es que, si no tienes más remedio y te ves obligado a desplazarte en un transporte público, intentes hacer el viaje lo más soportable posible: llévate un libro, el mp3, aprovecha para pensar en tus cosas... Y si todo falla, pregúntale a la señora de al lado cuando es su cumpleaños.
Y sonríe, que estás cuidando el medioambiente.


lunes, 4 de noviembre de 2013

#Culturiosidad10

¿Con quién se lió a tortas il dottore Valentino Rossi justo antes de subir al podio tras ganar la carrera?

No fue la primera vez, ni mucho menos la última en que el antagonismo entre dos pilotos ha saltado del asfalto y ha salpicado más allá de la estricta rivalidad motociclística. Pero la enemistad de Vale con su paisano Max Biaggi es, probablemente, una de las más históricas del mundo de las dos ruedas.
Era junio de 2001 y el ambiente en Montmeló estaba más que caldeado. Aquélla era la última temporada en la que 500cc era categoría reina antes de dar el salto a Moto GP y eso hacía que ganar el mundial ese año fuera especial. Biaggi y Rossi ya habían tenido algún que otro encontronazo en la pista y la tensión fuera de ella había ido creciendo con el paso de las carreras y la lucha por el liderazgo del mundial. No se podían ni ver, vamos. En ese Gran Premio de Catalunya, a pesar de una salida desastrosa y empezar por la cola, el genial Valentino fue adelantando a casi todos los demás pilotos hasta ganar la carrera, haciendo a su colega Max comerse un segundo puesto que le sentó regular. Mientras esperaban para subir al podio, Rossi intentó rebajar la tirantez preguntándole a Biaggi por su equipo de fútbol, que había ganado la noche anterior pero éste, que se subía por las paredes de la rabia, no estaba muy por la labor de entablar charla distendida. El caso es que al ser llamado para salir al podio, Biaggi se tropezó con el ayudante de prensa del equipo de Rossi y, debido a su estado de enfado ulcerante, le dio un empujón/codazo de mala manera y ahí se lió el jolgorio. Se llegó a las manos entre pilotos, miembros de equipo y la madre del cordero.
En los primeros momentos, la gente no sabía muy bien por qué los dos pilotos subían al podio con la cara colorada y alguna marca de mano en rostro. Ese fin de semana no hicieron declaraciones al respecto, pero años más tarde Rossi comentó el incidente en su autobiografía.

Esta semana la triunfadora del misterio ha sido la señorita @PiolinaColt, que casi se le hace tarde pero ha llegado justo a tiempo.