lunes, 15 de febrero de 2016

#Culturiosidad66


¿Qué era conocido por los graciosillos como el harén de Pickering?


Warning: Lo que viene siendo la Culturiosidad está al final de una reflexión sobre el mundo y el HETEROPATRIARCADO OPRESOR que igual es un poco divagar y tampoco os interesa una porra, pero el blog es mío y juego con él como quiero No se devuelve el dinero, lo siento.

Supongo que no siempre fue así. En algún momento, cuando aún éramos alegres monetes saltando de rama en rama por las praderas de África, nadie diría qué podía hacer cada uno dependiendo de si era mono o mona. Las monas podían parir a otros monos, los monos podían hacer pis erguidos y competir por quién le acertaba al guepardo en los ojos desde más lejos, eso sí; pero no eran más que las diferencias de las que Mamá Naturaleza decidió dotarnos para hacerlo todo más complicado e interesante. Sin embargo, luego evolucionamos. Bueno, evolucionamos... Tal vez eso sea demasiado optimista. Digamos que empezamos a ir de un sitio a otro sobre dos patas y se nos empezó a dar bien hacer cosas con palos. Lo que sea. En algún momento, no se sabe exactamente cuándo, algo se torció. Lo de la división de tareas no estaba mal, tenía cierta lógica. Pero de pronto había una jerarquía en la que las mujeres (las que daban vida, las que aguantaban el dolor y sobrevivían, las que criaban a los demás) estaban por debajo y ya no podían hacer ciertas cosas, no porque la Naturaleza se lo impidiera, sino porque los demás seres humanos habían decidido que no porque eran mujeres. "Pero oiga, ¿cómo que no puedo salir de la cueva sola?" "¿Qué me cubra el pelo, con lo bonito que se me ha quedado?" "¿Por qué dices que no puedo ser carpintera?" "¿Que por culpa de que una mujer se comió una manzana se condenó a toda la human...? ¡¿PERDONE?!" Y así es como, no se sabe muy bien cómo en realidad, se nos prohibió hacer unas cosas, se nos impuso hacer otras y a día de hoy, cuando casi podemos ver atacar naves en llamas más allá de Orión, todavía tenemos que dejarnos los ovarios luchando para explicar que, básicamente, podemos hacer lo que nos salga de los mismos, como ellos y que lo único que lo impide son las limitaciones personales de cada cuál, con independencia de qué le cuelgue o no entre las piernas.

A las mujeres se les dijo que no podían pensar, no podían brillar intelectualmente, no podían mirar a las estrellas...

------------------[Inserte aquí abajo su Culturiosidad... de una puñetera vez]--------------------

Así es como llegamos al siglo XIX, en un Harvard dominado por los hombres. No es que no hubiera mujeres que estudiaran. A lo largo de la historia siempre hubo mujeres que destacaron en los diferentes campos del saber, pero se habla de ellas como excepciones. Por cada una que lograba abrirse paso a través de todo tipo de dificultades (y hogueras) para acceder al mundo intelectual, 200 se quedaban en casa criando a sus hijos, que era lo que tenían que hacer, claro. Entonces, cuando en la década de 1880 el director del Observatorio de Harvard, Edward C. Pickering, decidió reemprender el proyecto de catalogación de las estrellas de Henry Draper y contrató para ello a un grupo de mujeres, muchas de ellas con titulación superior, en los círculos de la universidad se las llamó jocosamente el harén de Piclering, porque claro, eran mujeres, qué otra cosa iban a ser. Sin embargo, estas mujeres astrónomas realizaron algunos descubrimientos importantísimos en su campo, mucho más allá de la mera labor de clasificación para las que fueron inicialmente contratadas demostrando, una vez más que lo de poner impedimentos a alguien por el simple hecho de ser mujer es una soberanísima gilipollez.

Enhorabuena a los culturiosos @Quetontosois, @laratamarilla y @Naar_Blog :)

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