viernes, 13 de septiembre de 2013

#01 Amistad y otras plagas

Sencillas maneras de vengarte del interesado amigo llorica.

Quien tiene un amigo tiene un tesoro. Lo que no te cuentan es que a veces es un tesoro con intereses. No es que tengas un amigo y a los cinco años de relación te devuelvan un 10% de lo que te has gastado con él en cañas y ron barato del Dia durante ese tiempo (ojalá). Es, sencillamente, que existe esa clase de amigos a los que adoras pero que, por los oscuros misterios del inescrutable universo, sólo aparecen cuando necesitan algo de ti. Que le des su currículum a tu jefe, quedarse a dormir en tu casa un día que tienen que ir a tu ciudad o, peor, muchísimo peor, horriblemente peor: lloriquear.

Seguro que con estos datos que acabo de darte ya tienes, como mínimo, una cara en mente.  Sí, piénsalo. Ese amigo desaparecido mientras todo el monte es orégano y al que un día se le desbaraja su escalera de color y hace ¡chas! y aparece a tu lado. Y claro, tú que eres todo nobleza (y tonto como tú solo) ahí estas, paquete de kleenex en mano, rezando para que el chaparrón pase lo antes posible.
Pues bien, ha llegado la hora de la venganza. Te propongo unos sencillos pasos que tienes la obligación moral de poner en práctica para recobrar el equilibrio del universo. Saca la libreta de los maquiavélicos planes y anota:

  • No te des especial prisa en contestar: Suele ocurrir que esta gente, cuya interacción habitual contigo puede ser representada gráficamente con una bola de polvo cruzando el desierto, de repente se volverá insistente, tenaz, cansina de huevos. No cometas el error de atender a sus requerimientos de inmediato. No cedas a la presión, sé fuerte. Puede que tu móvil se vea invadido por una ola de mensajes, whatsapps y llamadas perdidas a niveles rozantes al acoso pero no sufras, los smartphones de hoy están preparados para semejante batalla. Elige de tono de llamada una cuidada selección de temazos de ayer y hoy y ve cambiándolo cada dos llamadas. Enhorabuena, acabas de montar tu propia Kiss FM.
  • Marea un poco la perdiz: Siempre quisiste hacer lo de fingir que no tenías cobertura. Bien, es el momento de llevarlo a cabo. Descuelga, contesta y cuando empiece a soltarte el rollo de su triste y miserable existencia dil-e qu- -o tie-es co-ertu-a. Añade los efectos especiales que quieras (atasco, concierto de metal satánico, orgía descontrolada) de fondo y culmina apagando el móvil. De hecho, puedes probar a apagarlo y volverlo a encender un par de veces, para crear más confusión, antes de apagarlo definitivamente durante varias horas. Si al encenderlo no tienes 20 llamadas perdidas, es que la cosa tampoco será de morirse.
  • Alarga la conversación de cortesía: Como el susodicho llevará tiempo sin hacerte ni puto caso, intentará que no se note tanto que da señales de vida porque te necesita, así que dará un par de rodeos conversacionales hasta llegar al punto que le interesa. Extiéndete en tus respuestas sobre la salud, la familia y, sobre todo, en el tiempo meteorológico. Si puedes añadir un par de datos sobre temperaturas, probabilidad de precipitaciones y dirección del viento, mejor.
  • Atención, la justa: Escucha su película pero no te mates en seguir la trama. Quédate con nombres, hechos puntuales, datos sueltos y luego pregunta haciendo un mix. En plan: "¿Eso quién, Paco? Ah, no, Antonio" o "Entonces él se puso el vestido y tú le dijiste que le hacía culo. Ah, al revés". No hay un número homologado de veces para hacer esto. Cuando escuches dos o tres resoplidos de impaciencia al otro lado, sabrás que estás en el buen camino. Si después de una de esas preguntas se produce una pausa larga al otro lado, puedes estar seguro de que la otra persona está pensando que eres gilipollas y que quizá no fue tan buena idea acudir a ti. Bien, muy bien.
  • Tú más: Si a pesar de todo lo anterior, tu amigo/a insiste en contarte sus mierdas (no seas hipócrita, eso es lo que son para ti), te propongo un nuevo juego que consiste en quejarte aún más que él o ella. Que en su oficina tiene que trabajar 9 horas, pues tú en la tuya echas 16, y no os dejan ir al baño; que su jefe no le valora, pues al menos no usa un látigo de siete colas para motivarle, como el tuyo; que lleva varios días con un leve pero persistente dolor en el escroto, pues a ti te duele como si una familia de cangrejos de río te lo estuvieran retorciendo con sus pinzas. Aunque seas mujer. La idea básica subyacente es que tu vida puede ser aún más lamentable y desdichada que la suya. Llevando este punto a su máximo extremo, puedes llegar a conseguir que él te acabe consolando a ti. Disfruta, es tu momento.
  • Evita los consejos profundos: Cuando, a pesar de todo, no puedas evitar escuchar toda su historia, no entres en valiosas reflexiones sobre la situación. Acaba la conversación con un "Bueno, mañana será otro día" y añade que le tienes que dejar porque se te pegan las patatas.
Puede que alguno de los anteriores puntos te parezcan un poco mezquino, cruel y, por qué no decirle, propio de un negro hijoputismo, pero recuerda: este tío o esta tipa sólo aparecen por el interés, Andrés, así que la próxima vez que te llame para lloriquearte ya sabes lo que harás: cogérselo, escucharle y darle consuelo. Porque claro, tú eres tonto.

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