jueves, 3 de octubre de 2013

#03 La cueva que llamas hogar


Uno no valora las cosas... hasta que se rompen.

Nada como tu casa,  tu piso, tu dulce hogar. Lo quieres, porque es tuyo y lo vuestro es como una hermosa y duradera relación de pareja en la que él acepta que le vayas dejando los sujetadores tirados por el sofá o los calzoncillos en el suelo mojado del baño y tú aceptas que se va haciendo viejo y se le empiezan a notar los achaques. Aunque, yo no se en la vuestra, pero en mi casa nunca se rompe nada: todo "tiene truco". Y como la puerta del horno no está rota sino que "tiene truco", le explicas a tus amigos cuando vienen a cenar que para cerrarla sencillamente tienen que darle un golpe seco con la rodilla en la esquina superior derecha, con un ángulo de 36,4º y una fuerza exacta de 458 Newtons. Que tampoco entiendes por qué gruñen, resoplan y te dicen lo de que la cambies de una jodida vez.
Pero cuando las cosas deciden romperse (y me refiero a que tienes que reconocer, por encima de tu orgullo, que se han roto de verdad) nunca lo hacen de una en una, sino que vivirás de repente una serie de catastróficas desdichas que pondrán a prueba tu paciencia, tu imaginación y tu capacidad de autocontrol para no convertirte en un peligroso psicópata destrozándolo todo con un hacha a lo Jack Nicholson en El Resplandor.

Y así, te ves envuelto en encantadoras y cómicas situaciones que no te hacen ni puta gracia cada vez que alguno de los elementos que consideras básicos de tu vida cotidiana decide darse de baja en su labor vital.
  • El calentador: Podría romperse en agosto, cuando el agua más caliente que quieres que toque tu piel es la que se derrite del cubito del gintonic, pero no. Cumpliendo diligentemente la Ley de Murphy, el calentador se romperá cuando tu ciudad sea asolada por la ola de frío siberiano más terrible que se recuerde en los últimos 100 años. Así que tú, que eres de los que en invierno se mete en la ducha con una pastilla de Avecrem, porque ya que te cueces, enriqueces, te ves obligado a elegir entre ir diariamente a visitar a un amigo, albornoz en mano y cara de perrillo abandonado, u optar por el artesanal método de calentar agua en una olla, echarla en un cubo y usar un cazo a modo de alcachofa de ducha, ambas opciones igualmente tristes. En caso de que te decantes por la primera, te sugiero que vayas rotando las casas a las que vas a gorronearles el agua caliente, no vaya ser que a la tercera o cuarta vez dejen de abrirte la puerta y te quedes como un gilipollas en el rellano de la escalera con tu albornoz de rayas.
  • La tele: En este caso, incluso puede ser beneficioso para tu salud mental. La cuestión es que, para no variar, se romperá cuando estés enganchadísimo a una serie o programa. En estos tiempos del internete quizá no se valore tanto porque todo lo que quieras ver está ya en la red. Pero hubo un tiempo en que tenías que esperar a que llegara ese día y hora concretos de la semana para saber si Quimi y Valle seguirían juntos y cuando, justo dos horas antes, tu caja tonta empezaba a emitir rayitas y puntitos como única programación, las blasfemias podían oírse desde el otro lado del Mississippi.
  • El microondas: Lo considero una mierda de electrodoméstico: calienta las cosas a trozos, descongela regular y los minutos que lo programas hacen que se expanda el concepto espacio-tiempo y se te haga eterno cada segundo que esperas a escuchar la campanita. Pero es el que te hace las palomitas y lo de calentarte el vaso de leche del colacao en un cazo, honestamente, no lo has hecho en tu vida. Así que cuando se rompe, tú, que eres del género perro, optas por no buscar medios alternativos por pereza absoluta y decides eliminar de tu dieta todo alimento que requiera un breve paso por el microondas previamente a su ingesta.
  • Goteras: Aquí la supervivencia de tu hogar depende de varios factores. El primero es que cuando caiga el diluvio, te pille en casa. Si no es así, ya puedes llamar a un cámara del telediario de Antena3 y gritar al entrar "¡AY, DIOS MÍO, QUÉ DESASTRE, AY!", porque el panorama que encuentres dentro puede ser dantesco. En caso de que tengas la suerte de disfrutar la catástrofe desde casa, se podrán a prueba tus habilidades detectivescas, para encontrar nuevos e inesperados agujeros en tu (puta mierda de) techo, tu velocidad y tus reflejos. Pero, ¡cuidado! Recuerda que toda casa dispone de un número limitado de recipientes, así que cuando hayas ubicado el cubo de la fregona, el de tender la ropa y un par de papeleras, tendrás que echarle imaginación para seguir poniendo freno a la lluvia indoors que ameniza tu hogar. Si consigues ahorrar para comprarte una vaquilla, puedes soltarla por casa en estas ocasiones y montarte un Gran Prix doméstico.
  • La lavadora y la plancha: Aquí el juego va de cuánto puedes aguantar hasta parecer un auténtico vagabundo. Por supuesto, si ellas pueden decidir, preferirán romperse justo la semana en la que has conseguido tu primera entrevista de trabajo en los últimos dos años y tengas que huir suplicando a casa de mamá o empezar a lloriquear a todos los amigos de tu talla.
  • Las persianas: No importa si son de cinta o de manivela, electrónicas o manuales: antes o después alguna persiana de tu casa dejará de funcionar. Si tienes un poco de fortuna, se atrancará a media altura, de modo que la habitación no quede a oscuras pero tampoco esté totalmente expuesta. Pero, ya sabes, siempre cabe la posibilidad de que, con lo suertudo que eres, la persiana se quede totalmente bajada y te suma en el valle de las sombras o completamente subida, lo cual es muy práctico para saber exactamente cuántas horas de luz tiene el día y, si eres de los verdaderamente afortunados, hasta puede que tengas una farola enfrente que ilumine cálidamente tu cuarto cuando vayas a dormir.
  • El secador: Esto es algo que sólo afecta a mujeres y hombres que son fans del heavy metal o de Camarón. Según el tipo de cabello, la pérdida del secador puede ser una tragedia en cualquier época del año aunque, como el calentador, probablemente ésta se producirá cuando las condiciones climatológicas sean más propicias para provocarte una pulmonía y, por qué no, la muerte.
  • La vitrocerámica: ¿Cuánto tiempo puedes soportar vivir a base de bocadillos? La respuesta coincidirá misteriosamente con lo que tardas en llamar al técnico y gritarle que se de prisa en arreglarlo.
  • La play: Chicos, ESTO NO ES EL APOCALIPSIS, haced el favor de descolgar esa soga del ventilador del techo y dejad de hacer un drama de algo que podéis solucionar comprandoos un libro de sudokus para matar el aburrimiento.
Podría seguir y la lista sería tan infinita como infinitas son las cosas que tenemos en casa y creemos imprescindibles. Pero recordad: si hace 50 años no existía, lo mismo es que se puede vivir sin una Thermomix 3300, así que reprimid el ataque de ansiedad, respirad hondo... y buscadle el truco.


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