lunes, 27 de octubre de 2014

#Culturiosidad42

¿Qué particularidad tenía la biblioteca del visir Abdul Kassem Ismael?


Hoy en día, y aún más, en un futuro aterredoramente cercano, las bibliotecas más grandes del mundo podrán estar concentradas en un espacio tan pequeñito como una tablet o cualquier dispositivo con acceso a internet. Aunque los románticos de los libros nos resistimos a desprendernos del papel, puede que llegue un mañana en el que se acabe lo de acariciar lomos de diferentes texturas y colores, oler páginas nuevas y viejas, entrar a lugares con estanterías tan altas como la luna llenas hasta el infinito de una de las pocas cosas que nos ha diferenciado sutilmente durante milenios de los gorilas: los libros. Sinceramente, espero estar muerta cuando ese día llegue pero es bonito saber que una no está sola en este amor.

Hace unos cuantos años, concretamente en el 938, nació el que se convertiría más tarde en el visir persa Abdul Kassem Ismael, apodado Saheb, el camarada. Este hombre, tan rico como sabio, dotado de una enorme curiosidad, amaba el conocimiento y por ello viajaba siempre con su biblioteca a cuestas. Ésta no era en absoluto modesta, ya que contaba con unos ciento diecisiete mil títulos (117.000, para los de la LOGSE; munchísimos, para los de la ley Wert)). Dado que el visir no era amante de los kindle (que, por otro lado, faltaban más de mil años para que los inventasen), las obras estaban escritas en papiro o pergamino y eran transportadas en una caravana de más de un kilómetro de largo de 400 camellos, que acompañaban siempre a Saheb durante sus viajes como guerrero y estadista. Por si todo esto no era suficientemente extraordinario, los camellos estaban adiestrados para ir siempre en perfecta fila india sin modificar su posición en ella para mantener el orden alfabético de las obras durante los trayectos y que los bibliotecarios-camelleros pudieran encontrar con facilidad el título que su visir les pudiera permitir en cualquier momento.

¡A los que también les gusta leer, aunque inexplicablemente me leen a mí, son los ganadores de esta noche, @Naar_Blog y @laratamarilla!

martes, 14 de octubre de 2014

#Culturiosidad41:

En el antiguo derecho romano, ¿cuántas veces podía vender un padre de familia a su propio hijo?


Cómete las lentejas.
¡No quiero!
¡Cómete las lentejas!
¡Que no quiero!
¡Cayo Lucio, que te comas las lentejas o te vendo como esclavo!

Han pasado un par de miles de años desde que Roma brillaba como un gran imperio sólo comparable en magnificiencia con el de Inditex, pero los problemas familiares no han variado demasiado en ese tiempo. Sí lo ha hecho la forma de resolverlos. Hoy en día amenazas a tu hijo con que el coco se lo comerá por la noche, con que le pondrás el anuncio de la lotería de Navidad del año pasado antes de irse a dormir o (en casos muy extremos) con que le escondes los mandos de la Play. Antes, un padre de familia era realmente una autoridad y no un señor que tenía a sus hijos como amigos de facebook. El pater familias tenía verdadero poder, denominado patria potestas (que hoy se ha conservado en Derecho como patria potestad, el conjunto de facultades y deberes que implica la tutela de los padres sobre sus hijos) y que en un periodo temprano incluía hasta el poder de decidir sobre la vida o la muerte de su esposa, sus hijos o sus esclavos (y os quejáis cuando vuestro padre se queda durmiendo en el sofá con el mando agarrao...)

Una de las facultades que durante mucho tiempo formó parte del contenido de la patria potestas era la de vender a un hijo propio como esclavo, que era un poco como lo de poner al niño a trabajar en verano para que vea cómo es la vida y acabe la ESO, pero en más bestia. Sin embargo, si el hijo esclavo conseguía ser liberado o manumitido (palabrejo que podéis incluir en alguna conversación casual con amigos y esperar las reacciones) por su amo, volvía a estar bajo la patria potestad de papá. Pero esto no podía suceder en bucle hasta el infinito y si, después de haber sido vendido por su amante padre tres veces, el chico había sido manumitido otras tres, el padre perdía su patria potestad sobre el hijo, que al fin y al cabo presumo que tampoco lo querría tanto.

Estos derechos fueron perdiendo su vigencia con el tiempo y, de hecho, ya apenas eran ejercidos al final de la República. Luego llegó lo de razonar con los niños, la consecuente caída del Imperio Romano y el éxito de Hermano Mayor. Si es que nos volvimos unos blandos...

¡El que le ha dado duro, a pesar de mi dispersión mental de anoche, ha sido el incansable @laratamarilla, al que yo no manumitiría nunca para que se quedara por aquí y @laCatyna, que se estrena en la #culturiosidad!

lunes, 6 de octubre de 2014

#Culturiosidad40:

¿Cómo murió el dramaturgo griego Esquilo?


Sí, está mal reírse de la muerte de alguien, aunque como la mayoría sois tuiteros, tendréis más que superado el tema humor-negro/muerte-ajena. Además, todo esto pasó mucho antes de que vosotros naciérais (a no ser que seas Jordi Hurtado y estés leyendo mi blog. Si es así: Jordi, admiro tu trabajo y tu cutis). 

Lo que pasa es que la muerte del fundador de la tragedia griega no sólo fue ridícula sino también irónica. Lo típico que te gustaría ocultar a los ojos de la Historia para evitar el bochorno póstumo, pero la historia es muy maruja y se entera de todo. 

Resulta que hace unos 2.500 años, año arriba, año abajo, cuando sucedió esta curiosa historia, no existía el teléfono de Esperanza Gracia, ni de Rapel ni de otros grandes de la adivinación y la lectura del futuro, como afortunadamente tenemos ahora, pero la gente gustaba de hacer excursiones al famoso oráculo de Delfos para conocer su porvenir. Esquilo, famoso por escribir en sus obras sobre el Destino, inevitable, que no podía ser evadido por sus protagonistas y que estaba incluso por encima de los poderes divinos, no iba a ser menos y también visitó al oráculo para preguntar cómo se iba a dar la cosa (aunque lo preguntaría más fino). El pobre no recibió la respuesta que hubiera podido desear: Morirás aplastado por una casa, fue el pronostico.

Pero Esquilo no se dejó intimidar por una previsión tan poco halagüeña y decidió que a grandes males /futuros), grandes remedios, por lo que abandonó la ciudad y se trasladó a vivir al campo, donde estuviera alejado de las numerosas y potencialmente mortales construcciones de la urbe. Fue allí donde, dando un paseo al aire libre e inofensivo, le sobrevino la muerte en forma de caparazonazo de tortuga: un quebrantahuesos había capturado tan suculenta presa pero inaccesible cual pistacho cerrado y buscaba una roca contra la que dejarla caer para romper la "cáscara" y poder darse un festín. Lo trágico es que la roca que el ave eligió no era tal, sino la calva cabeza de Esquilo que, como sus protagonistas, no pudo escapar de su destino y murió aplastado por una casa. Aunque fuera la de una tortuga.

¡Los que parece que siguen teniendo la cabeza en su sitio son @khiranamislati y @xerguio! ¡Enhorabuena!

domingo, 5 de octubre de 2014

#Culturiosidad39

¿Por qué a William Morris, padre del Arts and Crafts, le gustaba comer el la torre Eiffel cuando iba a París?


¿Os imagináis París sin la torre Eiffel? Vale, probablemente sería igual de bonito aunque sin torre, pero entonces, ¿qué pondrían detrás los corresponsales de los informativos para que sepamos que están allí? El Moulin Rouge no parece muy apropiado para cubrir reuniones del G8. O mira, puede que sí...

La cuestión es que cuando la construyeron para la Exposición Universal de 1889, no todo el mundo estaba tan encantado con la torre como lo estamos nosotros ahora. Era la novedad, sí. Era alta, vale. De hecho, con sus 300 metros de altura iniciales fue durante muchos años la construcción más alta realizada por el ser humano. Pero para algunos también era más fea que pegarle a un padre en San José. Una enorme mole de amasijos de hierro que rompía el precioso horizonte parisino y se veía desde prácticamente cualquier lugar de la ciudad.

Entre los que opinaban así se encontraba William Morris, un polifacético diseñador, escritor, artesano (y un largo etc) y fundador del movimiento Arts and crafts, que precisamente buscaba huir de la revolución industrial y volver a crear objetos bellos manufacturados, con formas orgánicas y recuperando las artes y oficios mediavales.  Y en mitad de sus románticas ensoñaciones contrarias a la producción en masa y la industrialización, le plantan el espantajo de hierro en medio de una de las ciudades más bellas del mundo. A Morris casi debió de darle un ictus la primera vez que la vio.

Sin embargo, era frecuente verlo en la torre, escribiendo, dibujando o comiendo en su restaurante. Un empleado de dicho restaurante se dio cuenta de que Morris era un cliente muy habitual y le dijo un día "Debe de estar muy impresionado con nuestra torre, monsieur" a lo que el inglés, escandalizado respondió: "¡¿Impresionado?! ¡Es el único sitio en el que puedo evitar verla!"

¡A quien sí me alegro de haber visto en la #Culturiosidad de esta noche es al ilustre @CondeDeGondomar, que sospecho que conoce muy bien la obra del señor Morris ^^