martes, 14 de octubre de 2014

#Culturiosidad41:

En el antiguo derecho romano, ¿cuántas veces podía vender un padre de familia a su propio hijo?


Cómete las lentejas.
¡No quiero!
¡Cómete las lentejas!
¡Que no quiero!
¡Cayo Lucio, que te comas las lentejas o te vendo como esclavo!

Han pasado un par de miles de años desde que Roma brillaba como un gran imperio sólo comparable en magnificiencia con el de Inditex, pero los problemas familiares no han variado demasiado en ese tiempo. Sí lo ha hecho la forma de resolverlos. Hoy en día amenazas a tu hijo con que el coco se lo comerá por la noche, con que le pondrás el anuncio de la lotería de Navidad del año pasado antes de irse a dormir o (en casos muy extremos) con que le escondes los mandos de la Play. Antes, un padre de familia era realmente una autoridad y no un señor que tenía a sus hijos como amigos de facebook. El pater familias tenía verdadero poder, denominado patria potestas (que hoy se ha conservado en Derecho como patria potestad, el conjunto de facultades y deberes que implica la tutela de los padres sobre sus hijos) y que en un periodo temprano incluía hasta el poder de decidir sobre la vida o la muerte de su esposa, sus hijos o sus esclavos (y os quejáis cuando vuestro padre se queda durmiendo en el sofá con el mando agarrao...)

Una de las facultades que durante mucho tiempo formó parte del contenido de la patria potestas era la de vender a un hijo propio como esclavo, que era un poco como lo de poner al niño a trabajar en verano para que vea cómo es la vida y acabe la ESO, pero en más bestia. Sin embargo, si el hijo esclavo conseguía ser liberado o manumitido (palabrejo que podéis incluir en alguna conversación casual con amigos y esperar las reacciones) por su amo, volvía a estar bajo la patria potestad de papá. Pero esto no podía suceder en bucle hasta el infinito y si, después de haber sido vendido por su amante padre tres veces, el chico había sido manumitido otras tres, el padre perdía su patria potestad sobre el hijo, que al fin y al cabo presumo que tampoco lo querría tanto.

Estos derechos fueron perdiendo su vigencia con el tiempo y, de hecho, ya apenas eran ejercidos al final de la República. Luego llegó lo de razonar con los niños, la consecuente caída del Imperio Romano y el éxito de Hermano Mayor. Si es que nos volvimos unos blandos...

¡El que le ha dado duro, a pesar de mi dispersión mental de anoche, ha sido el incansable @laratamarilla, al que yo no manumitiría nunca para que se quedara por aquí y @laCatyna, que se estrena en la #culturiosidad!

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