martes, 31 de marzo de 2015

#18: Mentir para sobrevivir.

Probablemente, la no extinción de la especie se explica en que no siempre somos sinceros.


El ser humano es un animal social. Lo es aunque hay días que sólo te apetece matar a todo el mundo con un hacha (pero esto es algo que ya estamos tratando mi psiquiatra, la medicación y yo). Desde que nos bajamos del árbol, unos mejor que otros, hemos sentido la necesidad de agruparnos y convivir en manada. Primero por lo de defendernos juntos del tigre dientes de sable, luego que si el mamut entre todos lo cazamos mejor, que ese bicho es muy grande, después vino lo de mira qué ojitos me pone esa crogmañona... Total, que al final, sin saber muy bien cómo, acabamos todos apiñados en la misma cueva y claro, cómo le dices a tu vecino que vaya mierda de bisonte ha pintado, que parece mentira que los esté viendo todos los días, que qué desperdicio de sangre para hacer ese pintarrajo. Y acabas diciéndole "Aurf wraf", que es el equivalente prehistórico de "Oh, tienes un don par esto. Continúa cultivando tu arte, seguiré de cerca tu carrera, se nota donde hay talento". Ahí es cuando nos dimos cuenta de que para convivir había que mentir como viles bellacos.

Fueron pasando los milenios y el hombre fue evolucionando, no necesariamente a mejor, pero desde luego sí a más complejo y con él lo hicieron las relaciones sociales y las mentiras que las sustentan. Porque claro, tú lo quieres, pero no es la más grande que has visto ni desde luego ése ha sido el mejor de tu vida. Por mucho que aprecies a tu amigo, no crees que se tome bien oír que preferirías escuchar una matanza de cachorritos que esa maqueta que ha grabado. Y, por supuesto, no puedes decirle a tu novia que ese vestido le hace el culo gordo si quieres seguir conservando la cabeza sobre los hombros. Así que te acostumbras a mentir a pequeña escala para evitar una espiral de suicidios y asesinatos a tu alrededor. Qué bueno está este cocido, suegra, apenas se nota que se ha volcado el tarro de la sal en la olla; ¿me pasa el agua? Sí, por supuesto que estoy familiarizado con la obra de Kant. NO, NO ME PASA NADA, CARIÑO. Claro que tu novio es guapo, pero tampoco es que haya pensado en follármelo salvajemente sobre una mesa cada vez que lo veo. ¿Cómo no voy a guardarte el secreto? ¡Cuenta, cuenta! Muchas veces ni te das cuenta. No lo haces a mala fe, sólo quieres preservar los sentimientos de los demás y la integridad física propia. Y, sin que apenas lo notes, vas entretejiendo tu vida de diminutas mentiras piadosas que hacen posible algo parecido al afecto entre personas.

Como en todo, hay gente que lo hace mejor y gente que lo hace peor. Yo, por ejemplo, miento de pena. Pero de pana. Vamos, que si algún día necesitas ayuda para enterrar un cadáver u organizar un cumpleaños sorpresa, no me llames. Como odio mentir, tiendo a autoboicotearme con risitas, titubeos, tartamudeos y cara de "Sólo un milagro haría que te tragaras esta mierda". Sin embargo hay personas que sí saben y lo hacen sin problemas prácticos ni de conciencia. Tienen un don. Y memoria. Porque para mentir hay que tener mucha memoria. No me acuerdo yo de lo que cené anoche, voy a acordarme de los idiomas que puse que dominaba en el currículum. Pero hay gente que es capaz de recordar el hilo argumental de sus propias mentiras desde 1970. Es más: hay gente que se cree sus propias mentiras. Que sí, de verdad, que yo soy muy tolerante pero uy, qué barrio, cuánto inmigrante, ¿no? ¡Y esos dos hombres van cogidos de la mano! Pero que soy yo muy moerno. En serio.

Luego ya están las macromentiras. Los relatos de ficción que trascienden del círculo personal de alguien y se extienden a lo largo de nuestro redondo planeta. Haz el bien y el karma te recompensará. No disfrutes de esta vida, que las risas vienen en la próxima. Somos una raza superior que merece exterminar a las demás. La leche de soja está buena. Estudia y en España tendrás un trabajo y un sueldo dignprffffJAJAJAJA, lo siento, con ésta no puedo ni aguantarme.

En el lado contrario están los hipersinceros, ésos que se sienten en la obligación moral de soltarte todo lo que les pasa por la mente sin que le preguntes. Los que confunden sinceridad con impertinencia. Los que conservan todos los dientes sólo porque tú eres una persona extremadamente civilizada y dominas el autocontrol.

Supongo que la supervivencia de la especie depende de encontrar el equilibrio entre ambos extremos y alternar las mentiras piadosas para no dejar a nadie hundido en la miseria con la cantidad de verdad necesaria para que las personas no vivan encerradas en los mundos de Yupi. Turnar sinceridad y mentirijillas en su dosis justa. Y jamás decirle que le hace el culo gordo.

#Culturiosidad55:

¿Cómo consiguió Elvis su placa de agente federal de narcóticos?


El mundo del coleccionismo es fascinante[mente absurdo]. Se colecciona de todo y hay gente muy rara. Muy rara. En serio. Si a lo rara que es la plebe ya de por sí le sumamos la dosis de excentricidad que al parecer va implícita en lo de ser una estrella, os podéis imaginar que los caprichos del Rey del Rock tampoco eran muy normales. Y al igual que tu abuela colecciona dedales del mundo, al Presley le dio por las placas de todos los cuerpos de policía y estados de su amado país. Pero como a todo coleccionista, algo se le escurría: una placa de agente federal de lucha antidroga.

Como otra cosa no, pero medios tenía, por lo de ser uno de los tíos más famosos del mundo, Elvis no se lo pensó demasiado y se fue a ver al presi a que se lo solucionara. En plan "Mi Nixon lo arregla todo, todo y todo". El 21 de diciembre de 1970 se presentó en la puerta de la Casa Blanca con una carta escrita por él mismo en el avión, como la que un niño escribe a los Reyes Magos, en la que le exponía al presidente lo mucho que amaba a su patria y lo preocupado que estaba por ella, el gran servicio que podría hacer él en la lucha contra las drogas (tomándoselas todas, imagino) y lo malo que era el comunismo. Redactada con torpeza y de forma infantil, la misiva causó efecto, más por quién la escribía que por otra cosa, y Nixon se reunió con Elvis en uno de los encuentros más surrealistas y extraños de la Casa Blanca. A cambio de su ansiada placa y como muestra de su afán de trabajo por la paz, Elvis le regaló al presidente un Colt 45 con siete balas de plata. Así que al final cada uno volvió contento: Elvis con su nuevo juguete y Nixon con la foto con su ídolo.

¡Los reyes de la culturiosidad han sido @khiranamislati, @sambellacrux, @tontadetuculpa y @laratamarilla! ¡Ole!

lunes, 9 de marzo de 2015

#Culturiosidad54

¿Quién era y en qué ejército combatió William Patrick Hitler en la II Guerra Mundial?


Casi todos tenemos un tío raro. El típico que da la nota en la cena de Nochebuena contando chistes verdes y anécdotas de la mili. O que vive solo y sólo se deja ver en los entierros. O que de pequeño metió al gato en la lavadora y con el paso de los años no ha ido a mucho mejor. William Patrick Hitler también tenía un tío peculiar. Uno que tenía la ilusión de crear una super raza de hombres altos, rubios y guaperas (siendo él bajito, moreno y tirando a feo... consecuencias de no tener un buen amigo que te diga "Mira, Adolf, un espejo. ¿No ves fallos en tu plan?"). Y es que el tío de Willy no era otro que el mísmísimo Führer, aunque las madres del dictador y del padre de William fueran distintas.

Nacido y criado en Reino Unido, William viajó a Alemania en 1933 aprovechando que el tito Adolf tenía cierto poder y podría enchufarlo en algún trabajo y cuando éste le pidió que renunciara a la nacionalidad británica a cambio de un puesto mejor, Willy se olió turbias intenciones y salió por patas de vuelta a casa.

En 1939 su madre y él fueron de gira de conferencias por Estados Unidos, donde quedaron "atrapados" al estallar la II Guerra Mundial. Después de que su solicitud de entrar en la Armada americana fuera rechazada en más de una ocasión (por tener un apellido un tanto peliagudo), William Patrick dirigió una petición directamente al presidente Franklin D. Roosevelt, tras lo cual se consintió su alistamiento. El sobrino sirvió como oficial farmacéutico y fue herido en combate en el bando contrario al de su tío, el loco sin espejo.

¡Las personas que no han tenido problema en alistarse a la #culturiosidad son @sambellacrux, @PiolinaColt y @laratamarilla!

martes, 3 de marzo de 2015

#Culturiosidad53

¿Qué es el síndrome de París?



¡Oh, Paguí, la ciudad de las luces, del amor, La vie en rose interpretada al acordeón mientras paseas por sus calles, las cenas a la luz de las velas con un guapo francés de blamquísima camisa y amplio y musculoso pecho llamado Pierre, la silueta de la torre Eiffel al atardecer mientras Pierre te susurra al oído "Mon amour" y otras cosas en francés que no entiendes pero que suenan a sexo del guarrete aunque bien podrían significar "Se me ha olvidado comprar pan"... ¡París! Y sus avenidas llenas de boutiques con porteros desaprobando la entrada del pobre turista en zapatillas y sonriendo a quienes desayunan con diamantes, un buen vino en una terraza con vistas, Amélie guiñándote el ojo al cruzaros entre los pintores de Monmartre...

Pero París también es ruido, es tráfico, es ese vagabundo durmiendo en la calle, ese tipo que no se ha duchado en el metro, ese parisino que se ha levantado con el pie cruzado como cualquier hijo de vecino y te ha contestado groseramente al preguntar una dirección. París, al fin y al cabo, no es más que una ciudad, con un millón de encantos pero también un millón de defectos. En París se grita, se ensucia la calle, se pelean los enamorados. En París también se caga.

Es el problema de idealizar: la realidad siempre está varios escalones por debajo de lo que inventaste. Sin embargo, hay gente que no puede asimilarlo y el trompazo contra la cruel verdad la deja en shock. El síndrome de París es un trastorno que fue identificado hace un par de décadas por el psiquiatra Hiroaki Ota y que suele afectar a turistas japoneses que no son capaces de asumir el contraste entre el París que les ha vendido el cine y la literatura y la ciudad bulliciosa y llena de gente, con todo lo que ello implica, que es realmente la capital francesas. Hasta hay habilitada una línea telefónica 24 horas por la embajada japonesa para aquellos de sus ciudadanos que sufran el shock al descubrir que Disney no escribe el mundo real.

Las que no se dejan afectar por ningún síndrome y están ahí atentas son @khiranamislati y @Naar_Blog :)