[GUARNIN: Entrada filosófica-intensita con esporádicos brotes de humor para evitar ardores estomacales]
Hace poco
hablando con alguien le comentaba que me apetecía volver a escribir algo para
el blog, pero que no sabía sobre qué hacerlo y que además últimamente ando algo
intensita para lo que es el tono habitual en este pozo de absurdos. Me
respondió que daba igual sobre qué tema escribiera, porque lo cojonudo es cómo
lo escribo. Agradecí de corazón sus palabras aunque tuve que aclararle que
ellas no le conducirían a tener sexo conmigo. Siempre es duro acabar con la
esperanza de una persona, pero hay que hacerlo rápido antes de generar más
sufrimiento.
Veréis, en
las últimas semanas estoy teniendo mucho tiempo para pensar, lo cual es
maravilloso porque soy la clase de persona capaz de producirse un aneurisma
cerebral simplemente con pasar un rato a solas consigo misma. Como soy una
persona previsora, me aprovisioné a tal efecto con libros, música, películas,
libretas, bolígrafos y una soga de varios metros por si todo lo anterior no conseguía
sacarme del hastío. Se ha producido uno de esos extraños fenómenos en los que
cuando estaba ocupadísima todo el mundo me necesitaba, me requería, me echaba
de menos, me llamaba, mi móvil sacaba una bandera blanca pidiendo rendirse pero,
desde que estoy libre, una bola de polvo del Oeste cruza perezosa el camino de
mis relaciones sociales. Que de vez en cuando veo a alguien pero paso la mayor
parte del tiempo aburrida, solitaria, preguntándome por qué la gente se va a
vivir lejos, se va de vacaciones a desconectar, trabaja o, en definitiva, no
dedica su existencia a mi entretenimiento y felicidad. Supongo que estoy
rodeada de hijos de puta.
La cuestión
es que esta tarde, en el súmun de la desesperación me he puesto a meditar. Hay
gente que le da por las drogas, cada uno tiene los vicios autodestructivos que
quiere. Sin embargo, mis cavilaciones no siempre desembocan en el mismísimo Desastre,
aunque la gente se sigue poniendo nerviosa cuando me ve pensativa con la cabeza
apoyada en la ventanilla del coche («¿En qué piensas? ¿Todo bien? ¿Te pasa
algo? ¡¿Ha pasado algo?! ¡¿Vamos a morir todos?!»). Mis cavilaciones me han
llevado a una interesante conclusión que he decidido reflejar por escrito para
la posteridad, por si algún día llego a ser alguien importante y mis herederos
pueden pagarse los vicios subastando mis pertenencias y pensamientos íntimos a
lo Marilyn Monroe pero sin tintar. Total, que me he ido a buscar el lugar que
le correspondía: el Diario de las Crisis. Hace poco también me dijeron que soy
caótica hasta escribiendo, así que podéis imaginar que es cualquier cosa menos
diario. En cuanto a lo de las crisis, sí y no. Es más la libreta de las
reflexiones profundas. Pero profundas de verdad, no de poetuiteo barato. La de
los momentos de qué hago con mi vida, qué está pasando en mi vida, qué es la
vida, living la vida loca, etc. Y os digo una cosa: creo que todos deberíamos
tener una.
La
explicación es muy sencilla: luego te relees, semanas, meses, años después... y
son risas. Yo he leído lo último que había escrito antes de empezar a
desarrollar mi idea de esta tarde y me he producido una mezcla de ternura y
diversión infinitas. Carcajadas leyendo algo que hace unos meses se me antojaba
el fin del mundo. Que una cosa es recordar más o menos cómo te sentías o qué
pensabas y otra muy distinta leer tus propias palabras expresándolo en ese
momento. Gracias a eso me he dado cuenta de varias cosas.
Para
empezar, es que siempre he sido básicamente la misma persona. Soy como Bill
Murray, sólo sé interpretarme a mí misma. No me refiero a que antes pudiera llamarme
Manolo sino que en lo esencial sigo siendo exactamente como siempre he sido y
además no me sale ser de otra manera, no como ésos que pueden variar a voluntad
su forma de ser según con quién se encuentren. Algunos lo llaman ser auténtico.
Yo lo llamo ser fiel a mi propia estupidez. Y creo que es la fidelidad más
importante que la gente debería esforzarse en mantener porque lo contrario es
Alta Traición y está castigada con penas inimagiblemente crueles, como cometer
errores que no son tuyas o estar obligado a vivir llevando un disfraz.
Otra cosa
que he observado es que voy aprendiendo. Claro, quién no lo hace (pues hay
personas que no, oiga). Poco a poco, a veces a base de la mera observación
científica, otra a través de la recogida de mis propios dientes del suelo. Alguien
que me conoce mucho (demasiado, joder) me suele decir que soy «mu chica» y
probablemente tenga razón, pero me voy haciendo grande y me gusta darme cuenta
de eso. No quiere decir que si ponen mañana El Rey León en Disney Channel no
vaya a perder el culo por verlo, pero sí que voy sacando conclusiones de las
cosas que vivo, de las patas que meto y de la gente que se cruza en mi camino y
las aplico para las cosas que me quedan por vivir, las patas que intento no
meter y la gente que se seguirá cruzando conmigo. Hace tiempo que me tomo las
cosas con más calma. Lo que tenga que ser será. Si la caída es evitable, por
qué preocuparse; si no lo es, por qué empezar a sufrir antes de llegar al
suelo. No sé, quizá todo esto sólo sea filosofía de mercadillo fruto de una
tarde de aburrimiento, pero releyendo mis propios ataques de ansiedad me he
dado cuenta de que la mayoría de ellos no merecían la pena. Que en ese momento
no ves la luz al final del túnel y te agobias, pues normal. Pero que
probablemente todo sea mucho menos grave de lo que te parece. A veces el
problema solo era que habías enfocado una situación de forma incorrecta o que
no conocías en realidad cómo era alguien. A veces solo necesitas darte una
hostia para descubrir que ibas en la dirección equivocada.
Y que los
consejos están bien, pero hay que saber a quién pedírselos, de quién aceptarlos
y sobre todo, que no son más que eso, consejos. Valorar las opiniones de quienes
aprecias o respetas es estupendo, pero las decisiones, las meteduras de pata y
las hostias siempre deben ser tuyas para que sirvan de algo y no sean Alta Traición.
Que lo que ahora te parece el trote de los Jinetes del Apocalipsis cabalgando
en tu busca quizá no sea más que el zumbido de una mosca de la que dentro de un
mes te reirás. Que vas a encontrar personas fabulosas en tu vida que llegarán
para quedarse a esperar contigo a los Jinetes y habrá otras que, en contra de
lo que quisiste creer al principio, se irán y que de todas sacarás algo útil de
lo que aprender. Que si tu mundo se pone patas arriba, aproveches la nueva
perspectiva porque a lo mejor te muestra algo interesante que antes no estabas
viendo. Que hay que disfrutar de las subidas, porque las bajadas llegarán de
todas formas.
En resumen,
que después de todo eso apenas recuerdo cuál era la reflexión que me había
empujado a buscar el Diario de las Crisis pero se me ha quedado ese dulce
saborcillo de las pequeñas victorias interiores, que no se notan desde fuera,
como el bífidus, pero te hacen brillar los ojos. Y que como haya cerveza fría
en el frigorífico, al final va a ser una tarde bastante productiva.
Yo tengo montones de cuadernos y de apuntes de crisis... en parte porque yo siempre estpy en crisis dentro de la felicidad o en crisis dentro la tristeza o en crisis dentro de la crisis. Soy una crisis ambulante. Así que bien. Y si te sigues aburriendo, Madrid está aún más aburrido en esta época, así que te invito a mojitos terraceros cuando quieras :)
ResponderEliminarUn beso!!