miércoles, 11 de diciembre de 2013

#08: Inevitablemente, Navidad

Nos lo llevan anunciando desde hace meses, pero ahora sí que sí...


Era ineludible. Tenía que llegar. Yo no quería, pero mirad las fechas por las que andamos. Intentaré que sea lo más rápido e indoloro posible.

Sí, queridos, toca hablar de la Navidad.

Voy a comenzar diciendo algo que hará que muchos me perdáis el [poquísimo] respeto que me tenéis y quizá llegue a crearme algunos enemigos: soy de esas personas a las que le gusta la Navidad. ¿Qué? ¿Cómo os quedáis? Lo sé, lo sé, está muy pasado de moda. Es impopular. Hoy lo que se lleva es lo de "Sí, tú en Navidad gasta mucho para demostrar cuánto quieres a tu familia, esa gente a la que amas tanto que sólo la ves una vez al año" (da una calada desganada a una colilla que se consume simbolizando lo absurdo y fugaz del vivir, se sacude un mechón de pelo rebelde del ojo, mira de reojo hacia un futuro sin esperanzas, sube el volumen a su disco de Tokyo Hotel). Qué queréis que os diga, supongo que a la niñaja que llevo dentro le sigue haciendo ilusión el rollo navideño: la paz, el amor, los reencuentros, las luces ("Con la crisis que hay y gastando en lucecitas" Pues prefiero que se lo gasten en luces que en coca, putas y reformas para el chalé del alcalde), los regalos ("Consumismo, consumismo, sólo pensando en..." Que me dejes ya en paz, coño. Además, luego no le ponemos pegas al iPhone que nos traen los Reyes, ¿verdad?) No seré moderna pero, a pesar de los años, las pérdidas de personas a las que echas de menos, la falta absoluta de liquidez que convierte el intento de hacer regalos en una gincana, a pesar de todo eso, la Navidad me sigue haciendo tilín. Y eso que hay motivos sobrados para todo lo contrario.

Los anuncios: Son la primera señal de alarma, Christmas is coming. Todo comienza en una apacible tarde de julio, en la que te aburres y haces zapping. Y ahí está. "Amor Amor, de Cacharel". Mierda, ya llegan. Antes de que te des cuenta, en un intermedio de Antena 3 te habrás tragado 53 anuncios de juguetes y una media de 135 de perfumes. Estos últimos, eso sí, llenos de buenorros y buenorras y cada vez más peliculeros, que cuando acaban tú lo último que recuerdas es que era el anuncio de un perfume y sólo quieres saber si al final la chica vuelve con el hippie del pelo largo o se queda en su mundo de la alta sociedad. Además, a mí me corroe una duda sobre estos anuncios: ¿os habéis fijado en que en todos ellos sale alguien corriendo? ¿De qué huye esa gente?

El Amigo Invisible: Creo que no ando muy desencaminada si afirmo que el inventor de este juego fue, probablemente, Satán. A ningún alma de bien se le podría ocurrir que gastarse un mínimo de tres y un máximo de seis euros en un regalo (muy probablemente, de procedencia asiática) para una persona a la que apenas conoces o, incluso, odias a muerte, sería una buena idea. Porque vale, el amigo invisible lo puedes hacer con tus amigos íntimos, gastarte 30 euracos y haceros entre vosotros regalos geniales y llenos de amor. Pero el original, el genuino, el auténtico es aquél que hacías con tus compañeros de instituto o te toca hacer hoy con los del trabajo (o los del INEM...) Jamás se ha visto prevaricación tal y tráfico de influencias como cuando quieres cambiar a quien te tocó regalar; sonrisas tan forzadas como cuando te dan tu regalo [de nuerda]; fondos de armarios tan oscuros como los que albergan los trastos cutres, recuerdo del amigo invisible de la clase de 4º de 1995; tragedias. Y si lo de "amigo" se aleja de la verdad, lo de "invisible" ni te cuento. Porque las posibilidades de que llegue el día de la entrega de presentes sin que la mitad de los participantes sepa quién te regala y a quién le regalas son tantas como las de que llegue una paloma y te fecunde: puede ocurrir, pero pasa muy, muy poco.

Las cenas de empresa, las cenas de clase, las cenas con los amigos, las cenas con los de natación: Admitelo, llega un momento en el que el tema cenas de Navidad se te va de las manos. Entonces te ves obligado a decidir entre pedir un crédito para ir a todas o sentarte una noche en casa, en soledad y penumbra, con un vaso de whisky y hacer un meticuloso estudio sociológico para elegir a cuáles asistir y a cuáles no. Puede parecer una decisión trivial, pero nada más lejos de la realidad. Tienes poco dinero, así que tienes que tener mucho cuidado en cómo lo inviertes; si no, puede que te gastes tus últimos 40 euros en aguantar las historias coñazo de los hijos de tu jefe o la conversación sobre reuma de la señora que va contigo a pilates, mientras tus compañeros de clase van borrachos por Gran Vía haciendo la conga o tus amigos de la infancia pasan la noche más gamberra y divertida de los últimos diez años.

Las reuniones familiares: el desencantado de la vida del principio del post te diría que si tanto quieres a tus familiares, por qué sólo los ves en Navidad. Bueno, a lo mejor no toda tu familia vive en el rellano de tu escalera, a lo mejor tú eres de Murcia y tus abuelos están en Galicia y para allá que vais tú, tus primos de Cáceres y el tío que vive en Australia. Quien crea que es fácil juntar a una familia, que intente quedar con todos sus amigos un sábado por la tarde para tomar café. Cada uno tiene su vida y sus deberes, coordinar agendas no es fácil y si, llegada Nochebuena, la gente hace el esfuerzo por reunirse, no veo qué hay que reprocharle a eso. Otra cosa es cómo discurra el evento. Si tu familia es grande, es todo un acontecimiento: descubrir que tu prima "la pequeña" está ya mucho más buena que tú, asistir a la discusión política entre tu madre y su cuñado, ver a tu tío borracho contando chistes verdes... Pero si tu familia es pequeña, básicamente lo que hacéis es juntaros los de siempre para hacer lo de siempre, con una sutil diferencia: las gambas y los canapés de salmón ahumado. Y yo no sé en la vuestra, pero en mi casa rara es la Navidad en la que no se desencadena la III Guerra Mundial debido a si las gambas están o no bien hechas. Que estas gambas no están bien asadas. Pues haberlas hecho tú, que te estás tocando las narices toda la noche. Pues no las hago yo, aprende y ya. He llegado a hacer de padrina en un duelo al alba de un 25 de diciembre por esto, mientras intentaba explicar a mis abuelos que quizá se estaban excediendo en la discusión. Aunque reunir a la familia desde hace tiempo también tiene sus desventajas. Las preguntitas. Cómo van los estudios, qué tal andamos de novietes, has encontrado ya trabajo, pero estás o no echando currículums... Cuando te das cuenta, estás arrinconado en la cocina siendo sometido a un tercer grado por todas tus tías mientras alguien grita de fondo que se están quemando las gambas.

La decoración navideña: Alguien, en algún momento y en algún lugar decidió interpretar lo de decorar la Navidad como una licencia para ser hortera. Está bien, hay excepciones, se hacen cosas monas hoy en día: muy elegantes, muy minimalistas, muy Apple. Pero eso es más de tienda cara. La regla general, la de tus vecinos y las tiendas de tu barrio, es atentar contra el orden público, la moral y la retina con papás noeles colgantes, coronas de flores en las puertas que más que el nacimiento de Jesucristo parece que están celebrando la muerte del abuelo y luces, muchas y de muchos colores. Intermitentes y que te produzcan ataques de epilepsia, si es posible. Tengo un vecino que se emociona tanto con el despliegue lumínico que al entrar en mi calle llegué a preguntarme cuándo habían abierto allí un puticlub. Respecto a la batalla belén-árbol, no voy a entrar en temas tan polémicos, llamadme cobarde. Sólo os daré un consejo: si tenéis gato, ninguno de los dos es la opción adecuada.

Villancicos (en español): Hay cosas en las que los anglosajones nos llevan ventaja y en cuestión musical de Navidad van varios mundos por delante. Podría pasarme horas y horas escuchando canciones navideñas cantadas por Frank Sinatra, Michael Bublé, Bruce Springsteen o incluso (¡incluso!) a Mariah Carey cantando Santa Claus is comin' to town, Have yourself a merry little Christmas o All I want for Christmas is you. Son bonitas, las interpretan grandísimos cantantes, dan ganas de cantarlas y escucharlas sin ser invadido por la vergüenza ajena. Pero, ¿qué tenemos aquí? ¿En el portal de Belén hay estrellas, sol y luna? ¿Dime, niño, de quién eres todo vestidito de blanco? (Huevos, de quién va a ser, del Madrid). Oh, blanca Navidad, sueeEEEÑOOS (reto a cualquiera a que la siga cantando, porque 1. Nadie se sabe la letra más allá y 2. En el "sueños" alcanzas el tono más agudo que pueden proporcionarte tus cuerdas vocales y si sigues subiendo, morirás entre horribles estertores). Encima cantadas por artistas de medio pelo, niños con voces chillonas o... O Raphael. Todos hemos visto el anuncio de la Lotería... Ahora visionad la imagen de Raphael cantándoos el tamborilero en sueños y comprenderéis que Freddy Krueger no es lo peor que os puede pasar estando dormidos.

Pues a pesar de todo esto (y mucho más), aun así, esta Navidad voy a volver a comer turrón de chocolate. canapés de salmón, voy a ir a comidas y cenas hasta que mi consumista presupuesto (y mi talla de vaqueros) me lo permita, voy a fingir que soy Mariah Carey cantando a voz en grito canciones con la palabra "Christmas" por casa y voy a seguir creyéndome lo de la paz, el amor y la ilusión. Y que cada uno haga lo que le salga... del espíritu navideño.

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