jueves, 9 de enero de 2014

#10: A mí no me gusta criticar, pero...

...pero voy a ponerte tan verde que una hoja de menta a tu lado va a parecer amarilla.


El ser humano es humano (si no, sería, por ejemplo, un pato) y como tal, es un complejo tejido de algunas virtudes, unas cuantas bondades y algunas, tirando a muchas, imperfecciones sin demasiada importancia. Concretamente, el homo hispanicus tiene algunos vicios, algunas carencias, que ensombrecen su carácter encantador y atractivo, ése que hace que hordas de extranjeros jubilados vengan a gozarlo y más hordas de jóvenes emigren para expandirlo. Por citar un ejemplo al azar: al español medio le gusta hablar, mucho y sobre temas de los que no tiene ni idea. Y cuanta menos idea tenga, más le gusta hablar. Opinar en España es deporte nacional, sobre ab-so-lu-ta-men-te lo que sea. Y si es sobre lo que hacen los demás, ¡mejor! Siempre desde la tolerancia, la serenidad y la consideración hacia el prójimo, por supuesto. Porque lo contrario sería criticar y criticar no es una acción que nos agrade... ¿verdad?

Cada vez que en una conversación alguien suelta la frase "A mí no me gusta criticar pero...", le hago un gesto para que aguarde, voy corriendo a unos chinos, compro una silla plegable de playa, me paso por el kiosko y pillo unas palomitas*, vuelvo, pongo la silla, abro las palomitas y le digo "Ahora. Empieza".
Y vaya si empieza. Y es que "A mí no me gusta criticar PERO" es una de esas frases que utilizas para limpiar tu conciencia y, a continuación, poder sacar a pasear a ése ser ruin y miserable que en en el fondo, eres y que ocultas habitualmente bajo tu cautivadora sonrisa de vecino asesino antes de que lo descubran y salga en el telediario. Es una licencia para soltar por tu boca todo lo que te de la real gana pero eludiendo responsabilidades. Como "Con todos mis respetos". "Con todos mis respetos, es usted un hijo de la gran puta que merecer ser atropellado por un camión de erizos que se vuelquen sobre su cuerpo arrollado. ¡Eh, pero con todos mis respetos!" Ah, bueno, entonces sí. Además, tú no criticas porque te guste, sino por labor social. ¡El pueblo debe saber! Pero antes clarificas que lo haces a disgusto, sufriendo. que por ti estarías cantando sus alabanzas, pero la que es puta es puta y... Cuando alguien usa la construcción "A mí no me gusta <verbo> pero", échate a temblar. "A mí no me gusta subir los impuestos, pero..." Prepara el culo, porque vas a tributar fuerte.

Así, cuando te das cuenta, alguien a quien no le gusta hablar mal de nadie está poniendo a parir a un tercero tanto y tan duro que éste debe estar por casa, corriendo en círculos y con los oídos tapados mientras grita "¡¿POR QUÉ PITA TODO?!" Y reconozcámoslo: hay gente a la que sí le gusta criticar. Lo sé, no os lo esperábais. Que cuando se les empieza a ir la mano y tú lo haces notar porque comienzas a sentirte hasta culpable por estar de oyente, con tu sillita y tus palomitas, se justifican "No, si yo no estoy criticando, estoy comentando" Aclaremos algo: si llevas más de diez minutos con el tema, ya no es comentar. Ponle quince, como mucho. Tú te estás cebando, cabrón/a.

Afortunadamente, el Universo es sabio y tiende a recuperar su equilibrio en forma de zapatillazo en la boca. Normalmente es un zapatillazo metafórico, pero a veces pueden llegar a romperte los dientes de forma menos espiritual. Y pocas sensaciones hay más gratificantes que la de ver a alguien que ha rajado mucho a los demás tener que comerse sus propias palabras. Porque el karma es como un boomerang con muy mala leche y aquéllo que tanto criticaste volverá para que lo vivas en tu pellejo. ¿Notas eso? Es el sabor de la justicia cósmica. Sí, sabe a goma y felpa de cuadros escoceses. Además, suele ser proporcional. Cuanto más bocas seas, más gordo será el trompazo que te la cierre.

Eso es así. ¿A quién no le ha pasado? A mí muchísimo. Yo he comido mucha y merecida zapatilla justiciera así que con los años he intentado volverme más prudente, más humilde y menos idiota. (La palabra clave en la frase es intentado). Pero entonces me asalta una duda: ¿al karma le basta con que no seas un bocazas despotricador externamente o tengo que dejar de ser una mala bicha también de puertas para adentro y crear en mi mente un país multicolor que haría las delicias de Ned Flanders? Ojo, que no hablo de entrar en el reino de los Cielos, sólo de que los astros me dejen de hacer tactos rectales...

En cualquier caso, si yo tuviera autoridad moral para daros algún consejo (en lugar de ello, tengo twitter) os diría que hablar y comentar, hay que hablar y comentar las cosas, pero no os convirtáis en tertulianos de Sálvame, porque el karma, aunque no lo veáis, se encuentra ahora mismo agazapados a vuestra espalda y se está quitando muy lentamente una zapatilla.

*Si sois de mis bizcochos, sabréis de qué sabor son las palomitas ^^

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